- Un lugar que enseñar. Listo.
- Un guión preparado, muchas investigaciones hechas. Listo.
- Una americana negra, a juego con los pantalones, una camisa blanca y una plaquita identificativa. Listo
- Un grupo de gente con ganas de escucharte, de aprender (y tú con ganas de aprender de ellos, y de la experiencia). Listo.
- Cero nervios. ¿CÓMO QUE CERO NERVIOS? En fin, allá vamos
Lluvioso martes de octubre. Oh, que no
llueva, por favor. Ha sido un puente largo, he repetido en voz alta
una y otra vez cada una de las especies vegetales que se encuentran
en mi centro, el instituto María de Zayas y Sotomayor, las he
escrito, las he grabado a fuego en mi cabeza. Pero sé que el
problema no es la falta de tiempo para aprenderme el guión. Tres
días han sido más que suficientes.
Repaso una vez más cada uno de esos
nombres << Adelfas, mimosas, hortensias, bambú... aquel huerto
abandonado que planeamos recuperar >>. Todo está perfecto en
mi cabeza.
Y ahí están, junto a la entrada. Un
grupo de unas... ¡20 PERSONAS! (O más). Sonrientes alumnos de
primero, de los ciclos de Guías y Agencias, esperando impacientes
que empecemos la visita por el que será su centro durante los dos
próximos años.
- Oh, la cantidad de despistes que me había ahorrado en primero si alguien me hubiera enseñado el centro – Pienso – Como aquella vez, el segundo día de clase, que me metí por error en las cocinas.
- Oh, la cantidad de despistes que me había ahorrado en primero si alguien me hubiera enseñado el centro – Pienso – Como aquella vez, el segundo día de clase, que me metí por error en las cocinas.
Mis compañeras empiezan con la
introducción, nos cuentan dónde estamos y quien es esa señora que
da nombre a nuestro centro, María de Zayas y Sotomayor.
Terminan.
Me pasan el “turno”.
Oh, no, ese nudo en la garganta. ¡Mis
nervios!.
Empiezo a hablar, pero realmente dudo
que me oiga ni siquiera el cuello de mi camisa.
¿Qué estás haciendo Bells? ¡Venga!
Levanto algo más la voz, las dos
chicas que están frente a mi asienten con la cabeza durante mi
explicación de la Mimosa. Bromeo sobre mi alergia a la flor de este
árbol. Siento como desaparece el peso que sentía sobre mi.
Paso el turno a mi compañero, y
seguimos de nuevo con el recorrido. Tras una visita por el edificio
principal, salimos al patio interior.
Esta vez hablo con algo más de
soltura, soy consciente de que mi tono sigue siendo algo bajo (sobre
todo al girarme al explicar o señalar algún árbol)... pero parece
que todos me escuchan.
Al terminar la explicación, las dos
chicas que tenía en frente vuelven a asentir con la cabeza y a
sonreírme (Realmente, esos gestos de quienes te escuchan son todo un
alivio, y aportan mucha seguridad). Conduzco al grupo hasta donde se
encuentra nuestro “proyecto” de huerto, haciendo una pequeña
parada frente al jardín del parking de profesores. Admito que soy
algo patosa manejando grupos tan grandes de personas... ¡pero tiempo
al tiempo!.
Mis compañeras prosiguen con sus
explicaciones por los diferentes espacios del instituto. Me relajo y
simplemente disfruto de sus palabras, como una más del grupo.
Ciertamente, con esta actividad he
descubierto lugares que no sabía que teníamos en el centro.
Terminamos la visita con un gran
aplauso, unas cuantas fotos y un muy buen sabor de boca.
Ok, es verdad, no ha sido perfecto.
Pero ha sido la primera vez, y estamos aquí para aprender ¿verdad?
¡Espero haberles dado una buena
bienvenida a los nuevos alumnos!
Nos vemos por los pasillos ♥
~
Bells
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